jueves, 4 de abril de 2013
Patrones. No se trata de cambiar
G. Nardone habla de los patrones como estilos de comportamiento en las relaciones. Cada patrón no es disfuncional en sí mismo, sólo su repetición en el tiempo lo es. Puede funcionar bien al principio, pero después fallará.
Un patrón de comportamiento relacional se crea a través de muchos años, es parte de la identidad de esa persona. No es posible intentar anularlo, o querer cambiarlo de forma radical. Si pretendemos anularlo o cambiarlo, así sólo conseguimos que la identidad personal se desestabilice, pudiendo llegar incluso a una patología psicológica.
Aparentemente, no hay salida a esta situación. Pero el hecho de que no puedas cambiarlo no implica que no puedas modificarlo. Se trata de reorientarlo cuado sea necesario, para evitar que, “se cristalice en un esquema fijo” pg. 140.
La única forma de conseguirlo es poner en confrontación la fuerza misma de nuestra emoción. Es decir, crear una sensación de aversión al radicalizar o llevar a las últimas consecuencias nuestro patrón. Si vemos cómo puede llegar a evolucionar nuestro patrón de comportamiento, lo empezaremos a temer.
“El miedo de un sufrimiento mayor del que tenemos en el presente, nos permite superarlo para evitar consecuencias peores” pg. 140.
Es una forma indirecta de gestionar las emociones, ya que cuando usamos la razón o la voluntad no conseguimos mantener a raya nuestras pasiones.
Añadiendo patrones diferentes al suyo, la mujer puede liberarse de la” jaula” de estar interpretando siempre al mismo personaje. Es raro ver a una mujer que sólo interpreta uno, normalmente hay una combinación de patrones parecidos y que se complementan entre sí.
Nardone nos dice que si se añaden de forma voluntaria algunas variaciones al patrón, después pasarán a ser también espontáneas, “retomando de Pascal la famosa indicación “compórtate como si tú creyeras, la fe no tardará en llegar”” pg. 144. Quiere decir que si te comportas de una manera algo diferente, aunque no sea de forma espontánea, si lo repites y lo incorporas a tu abanico de conductas, llegarán a ser espontáneas con el tiempo.
Por ejemplo, si eres una mujer del tipo Penélope-sanadora de heridas, y tu forma de relación con los hombres es la de cuidar, ser dulce, delicada y paciente, puedes incluir alguna variación al modelo. Puedes incluir algún comportamiento de la amazona o de la bruja. Intentar ser más líder como la amazona o transgredir más en algunas ocasiones para evitar ser víctima de tu propio “encantamiento”.
Una mujer del tipo bruja-amazona puede incluir comportamientos de la que busca el príncipe azul. “Para tener a raya la tendencia a irse con todos para luego pisotearlos, y después acabar pisoteada o abandonada ella también.” Pg. 144
“como en el cine, el actor que quiere añadir personajes nuevos al repertorio debe evitar hacer cambios muy grandes; si el actor dramático entra a hacer cabaret, normalmente no hará reír a nadie”, “Si en lugar de éso, interpreta papeles diferentes pero próximos a su personaje principal, tendrá más éxito a la vez que le causará menos esfuerzo, y también modificará la percepción de él como actor vinculado a un solo papel” pg. 145.
La mujer que se comporta con meridiana claridad y simplicidad, como la educación nos enseña a las mujeres a ser siempre coherentes, la convierten en una persona predecible. Esto mismo les sucede a las mujeres con los hombres; el hombre perfecto o siempre correcto, puede llegar a ser insoportable. La persona que es menos predecible, parece más intrigante y misteriosa, por tanto más atractiva también.
Hay una regla de la psicobiología que dice que: ante un estímulo que se repite, aunque éste sea agradable, nuestro sistema tenderá a adaptarse a él.
Introducir variaciones a nuestro patrón, no sólo nos ayuda a no volvernos rígidos sino que se convierte en indispensable para hacernos más deseables.
Así que, “no podremos lamentarnos de haber sido rechazados siendo personas aparentemente correctas que no han hecho nada mal o equivocado”, “Los aplausos no se piden, se ganan” pg. 146.
Esta última frase del autor, me recuerda a algunas situaciones de pareja. Cuando mujeres y hombres comentan, “aún no sé porqué me abandonó, yo hice las cosas bien”.
Excepciones a la regla a parte, yo no entiendo cómo ellos no "saben" porqué les abandonan. Quizás has resultado predecible, o has abusado de algún comportamiento que ha desgastado esa relación, o te has desgastado tú mismo. Creo que es más fácil asumir el fin de una relación, cuánto más control tengas en esa relación. Es más fácil de llevar si "lo ves venir", o si te anticipas a lo que pueda pasar.
Quizás haya personas que abusan de tu confianza y debes poner límites, o quizás sea al revés.
Me sigue molestando cuando las personas no aceptan su parte de responsabilidad en una relación. Si te han dejado y te preguntas porqué, deberías averiguar los motivos si es posible. Si esa otra persona no está “loco/a” y se trata de alguien razonable, argumentará sus razones.
Está claro que si te abandonan por traición, u otro motivo moralmente discutible, conoces los motivos de ese abandono.
No se debería perseguir a quién te ha dejado porque nos sintamos dolidos.
Creo que hay personas a las que es muy difícil abandonar, porque raramente te ofrecen motivos, y si te has desgastado y te dejan por ésto, tú también tienes tu parte de responsabilidad. Es algo parecido a decir, “los aplausos no se piden, se ganan”.
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