lunes, 1 de abril de 2013

La Remera

Este es otro patrón en aumento en nuestros días, ya que es la mujer quién ayuda al hombre a conseguir los objetivos que por sí solo no conseguiría.


La mujer, gracias a sus capacidades y su tenacidad, ayuda al hombre a afrontar los retos de la vida. Es un modelo parecido a otro que explica G. Nardone en su libro, el de la enfermera.

“También en este caso se presenta una mulier fortis y un macho débil”, “Ella sacrifica mucha de su energía en ayudar al compañero a elevarse socialmente y personalmente” pg. 115

El objetivo de esta mujer es el de “gobernar la barca de una orilla a otra con quién no sabe ni nadar, ni remar, ni gobernar una embarcación en el impetuoso río de la existencia”. Pg 115

El motivo de la incapacidad del hombre puede ser variada; por fobias o inseguridad personal, por bloqueo psicológico o verdaderas patologías psiquiátricas.

El patrón que se repite en este tipo de mujer es siempre el mismo, conseguir con abnegación la misión de llevar a su compañero a superar sus límites.

Esta mujer podría pasar por un auténtico “coach”, pero en este caso, sólo ella vislumbra en su compañero aquellas dotes que casi siempre después consigue hacer emerger.

También puede pasar que el hombre tenga pocas cualidades, y que su misión sea la de buscar algo que en él, que realidad no existe.


El problema aquí es que el merecido éxito de esta empresa no es habitualmente para ella. “El que es gobernado hasta la otra orilla, muchas de las veces salta de la embarcación y continúa su propio camino junto a otros, dejando a la remera con los remos aún en la mano, exhausta por el esfuerzo y destrozada por el abandono” pg. 116

Si el hombre, por ejemplo, consigue éxito en el trabajo, se dará cuenta que es más deseable que antes. No dudará en abandonar a la remera y quedarse con alguien más joven o atractiva, aunque sólo estén interesadas en sus favores profesionales.

El que era incapaz antes, se siente por fin deseable y fuerte, así que ya no necesita a quién le ha ayudado tanto, que pasa a ser un estorbo que le impide ya expresar libremente sus nuevas posibilidades.

“Así que rechazarla, traicionarla o abandonarla se vive por el hombre no como una culpa, sino como un razonable e incontestable derecho” pg. 117.

La evolución de este patrón es fácil de imaginar.




Aquí puedo hablar de mí, conocí a un chico de forma que se podría llamar “amor a primera vista”. Nos gustamos y empezamos a vernos a menudo. Tras unas pocas semanas de relación, una amiga me avisa de que a mi nuevo chico le han diagnosticado un trastorno maníaco-depresivo por un trauma que sufrió un año atrás. Mi amiga me alertó y me aconsejó que fuera con cuidado. Tomé el consejo con poco entusiasmo y pensé que podríamos superarlo. No le di más importancia, y seguimos con nuestra relación. Él era algo caprichoso a veces, y su comportamiento algo extraño. No me dejé intimidar, y decidí ayudarlo usando mis conocimientos y mis recursos. Él empezó a confiar y a explicarme sus problemas y preocupaciones. La relación pasó a ser como una sesión de psicoterapia en continuo. Terminaba exhausta algunas veces, pero me alegraba y me daba satisfacción ver los progresos. Después de unos meses de intensivo apoyo y paciencia, un día me descubre que: “ya me siento bien, vuelvo a ser el que era antes”. Yo había notado que estaba bastante mejor, aún así me alegro de esta noticia.



Poco tiempo después me empieza a contar historias de una gran amiga a la que consideraba bellísima y muy especial, pero con la que nunca se había atrevido a "llegar a más". Me quedo sorprendida cuando me dice que su amiga viene unos días a la ciudad. Me afirma que no me preocupe, que irá a buscarla al aeropuerto y después la llevará a su hotel. A partir de ese día nunca más supe de él.



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